miércoles, 23 de febrero de 2011

GADAFI TODAVÍA

Libia confirma y al mismo tiempo incrementa la represión de la ola de protestas que recorre Cercano Oriente. Con cuatro décadas en el poder, el histriónico Gadafi es un déspota irrepetible que hasta ahora había sabido pasar de la agresión impune a la coexistencia pacífica con sus vecinos europeos, nutrida por el petróleo. Visto desde afuera, parecía mantener un poder absoluto sobre sus súbitos. Hasta que las protestas llegan con desbordes inesperados: no sólo piden su renuncia sino que van ocupando territorios del Este del país y, peor todavía, ganan inesperados, formidables apoyos de importantes miembros del aparato gubernamental.

El 17 de Febrero, "Jornada de la Ira", transcurre en varias ciudades y suma unas cuantas muertes, y en el centro de Trípoli destaca también manifestaciones pro Gadafi. El déspota no se deja ver, se dice que se ha ido a Venezuela y entonces reaparece y replica: "Estoy en Trípoli y no en Venezuela, como afirman esas emisoras de perros". Hay bombardeos contra la población aunque un hijo de Gadafi pretenda que los aviones sólo han atacado depósitos de armas. La ONU denuncia la durísima represión y pide investigar el caso. Hillary Clinton entiende que la represión del régimen contra la población es "inaceptable". Sarkozy es el primero en pedir sanciones. Y cuando Gadafi da la cara ante la televisión, el largo discurso tiene extraños, largos silencios. Y el déspota oscila entre acentuar aún más la amenaza o sugerir su propio sacrificio mortal, traicionado por parte de sus secuaces. Mientras, los muertos por la violenta represión ya llegarían al millar.




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