MILAGROS PÉREZ OLIVA
Los 'trolls' se apoderan del debate
La participación de provocadores degrada la
conversación en determinados espacios de la web. El blog de Iñaki Gabilondo es
uno de los más afectados
MILAGROS PÉREZ OLIVA 18/12/2011
"Iñaki,
hijo puta", "Iñaki apesta". "Me voy a hacer una paja, ahora
vengo". Eran entradas cortas, ni siquiera las más virulentas, y podían
leerse el jueves entre los comentarios que seguía al vídeo de Iñaki Gabilondo
en elpais.com. ¿Puede permitir este diario que uno de los periodistas más
respetados de este país sea tratado de este modo en sus páginas? Creo que no.
"Me meo en vuestras igualdades, ahora mismo me voy a que me dé un masaje
una amiga que está como un tren y a la que después pondré a cuatro patas,
mientras vosotras seguís amargadas hablando de tonterías. Y si hoy con suerte
matan a alguna lagarta que se quería quedar con el piso del exmarido, me abriré
una cervecita para celebrarlo". Este comentario, sobre el que me advirtió
Gema Solanas, se publicó en el blog colectivo de Mujeres y es solo una muestra del tono que tratan de
imponer los muchos trolls (provocadores) que frecuentan ese espacio.
Lamento,
queridos lectores, haber tenido que comenzar este artículo de manera tan soez.
Pero quería que supieran de qué estoy hablando. Lo he preguntado ya dos veces
en esta misma tribuna: ¿Es este el tipo de conversación que quiere propiciar EL
PAÍS? ¿Qué creen los responsables del diario que piensan nuestros lectores
cuando tropiezan con frases como esas? Gumersindo Lafuente y Borja Echevarría,
responsables del desarrollo digital, insisten en que el objetivo es lograr una
conversación respetuosa y de calidad. "Es una cuestión que nos preocupa y
nos ocupa, porque cuando es a gritos, ya no es conversación", sostiene
Echevarría. "Hemos tomado medidas, pero convencer al lector lleva
tiempo", añade Lafuente. Aprecio los esfuerzos hechos, pero muchos
lectores siguen quejándose del tono lamentable de algunos comentarios. Me temo
que la velocidad y envergadura del desafío excede en mucho la capacidad de los
medios habilitados.
Comparto
el criterio de que el diario debe abrirse lo máximo posible a la participación.
Celebro tambien la nueva iniciativa de la sección de Sociedad deabrir su agenda a los lectores y les invito
encarecidamente a participar en ella. Creo que ya habrán podido comprobar que
soy una firme defensora del debate plural y de la libertad de crítica,
incluida, por supuesto, la crítica al trabajo de los periodistas. Pero una cosa
es la crítica y otra el insulto y la difamación. Una cosa es el debate, y otra
el griterío.
Al
disgusto de los lectores se suma ahora el de algunos periodistas y
corresponsales del propio diario. Elvira
Lindo tuvo la
valentía el domingo pasado de exponer una preocupación que comparten otros
colaboradores y periodistas. Los comentarios al videoblog de Iñaki Gabilondo son uno de los exponentes más claros del
problema. Gabilondo me ha confesado que ha pensado seriamente en dejar de
hacerlo. Que cada vez que entra en el foro y ve el tono del debate, se pregunta
si merece la pena continuar. Varios lectores me han escrito en su defensa,
entre ellos Jon Guergué, quien el 23 de noviembre me escribió para que
interviniera, alarmado tal vez porque, entre los muchos insultos y groserías
que reproducía, había una entrada que invitaba abiertamente a agredirle. Este
lector considera que lo que ocurre en este espacio no tiene parangón "en
ningún otro foro o publicación de calidad", lo cual "deja en muy mal
lugar tanto a EL PAÍS como a España".
Más allá
del sentimiento que le provoca, Iñaki Gabilondo lamenta la velocidad a la que
se está malogrando "una oportunidad tan extraordinaria como la que brinda
Internet". "Lo que debía ser una maravillosa plaza pública, un lugar
de encuentro y de debate de puntos de vista diferentes, se está perdiendo por
el asalto de unos cuantos que, apelando a la libertad de expresión, la están
convirtiendo en un gigantesco botellón. Eso me irrita todavía más que el
insulto", añade. Gabilondo cree que para que haya debate debe garantizarse
que los que quieren debatir tengan oportunidad de hacerlo, cosa que ahora no
ocurre. "Mucha gente que tiene cosas interesantes que decir ha renunciado
a participar porque si lo hace, tiene la desagradable impresión de que se mete
en un cuadrilátero".
Otros
periodistas comparten la misma sensación. Juan Cruz, autor del libro Contra el insulto, afirma: "El anonimato ha entrado casi
jugando en las redes sociales y en los comentarios abiertos en los medios
digitales. Ha degradado la conversación y ha sometido a las personas y a las
instituciones al chantaje del insulto, pues no se puede responder a anónimos.
Ese es, a mi parecer, el problema más grave".
Timothy
Campbell escribió hace ya años un
esclarecedor artículo titulado ¿Qué es un troll
de Internet?, en el que
aborda cómo tratarlos. Algunos los combaten ignorándolos. Otros tratando de
atraerlos a su terreno, como hacía el jueves Gonzalo Fanjul en
su blog. Pero yo creo que la degradación de la conversación se ha convertido en
un problema grave de control de calidad. Si el diario permite que los
energúmenos se apoderen del espacio que brinda para la participación, esta será
cada vez de peor calidad, porque como ya dije en otro artículo, quienes están interesados en
un debate respetuoso, huyen despavoridos.
El ejemplo
más claro es el blog Mujeres.
Su impulsora, la subdirectora Berna González-Harbour, explica que fue creado
para propiciar un debate sobre los problemas de la igualdad. Pero ha sido
colonizado por un reducido grupo de machistas recalcitrantes que están
degradando el debate. Si otros diarios de calidad han conseguido que eso no
ocurra, ¿qué debe hacer EL PAÍS para evitarlo? "Mi experiencia me dice que
se ensucia sobre lo que está sucio, y no se ensucia sobre lo que está
limpio", sostiene Iñaki Gabilondo. Creo que ahí está la clave de la
cuestión.
El primer
paso ha de ser, pues, limpiar. Hemos de conseguir que la conversación sea en
todo el diario como la que pudimos ver en la entrada ¿Hay un éxodo a Estados Unidos? Es una prueba de
que es posible. Pero, para ello, habrá que dedicar más esfuerzo. Los lectores
habrán podido apreciar la mejora que ha supuesto el nuevo sistema de control de
comentarios a través de Eskup, que exige registro previo para poder
participar y que expulsa, previa advertencia, a quien no respete las normas. La
herramienta que permite a los lectores señalar como insulto un comentario es
muy útil, pues facilita la tarea de los editores. Pero el control es aún
deficiente, sobre todo porque las secciones no pueden asumir la carga de
trabajo que representa supervisar todos los comentarios.
Hasta
ahora, en el sistema controlado por Eskup se ha vetado a 74 participantes.
Algunos de ellos se han dirigido a la Defensora para quejarse de que el diario
"ejerce una intolerable censura e impide la libertad de expresión".
Pero la Defensora lo tiene muy claro: eso no es censura. Simplemente, se
aplican las normas de educación y calidad que exige nuestro Libro de Estilo.
Creo que el diario no debe dejarse amedrentar por estos argumentos. Ha de dejar
claro que no quiere insultos ni descalificaciones, y la forma de hacerlo es no
permitiéndolos. Porque por muchas proclamas que hagan sus responsables, si los
lectores comprueban que de la noticia para abajo, en muchas ocasiones todo
vale, nunca se romperá la espiral de la degradación.
Propongo,
pues, que se destinen más medios y se establezcan criterios claros también en
el caso de los blogs. En estos momentos hay 104 operativos. Los blogs pueden
estar o no abiertos a comentarios. Los abiertos tienen dos posibilidades, el
control previo de los comentarios o el posterior. Cuando el administrador no
pueda garantizar una vigilancia permanente, sugiero que se adopte el control
previo. Y en el caso del videoblog de Iñaki Gabilondo, dada la degradación
alcanzada, si la redacción no es capaz de garantizar una supervisión que
permita un debate respetuoso y de calidad, como merece su autor, creo que será
mejor cerrarlo a comentarios.

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