La mujer de Aznar ha tenido el coraje de expedientar a los organizadores del Orgullo Gay por superar el nivel acústico y deteriorar el medio ambiente.
Coraje, digo, porque seguramente ya había previsto las diatribas que le lanzarían los expedientados.
Coraje, espero, si aplica el mismo criterio expedientando a otros productores de ruidos molestos, sean homo o hetero o transexuales.
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