domingo, 30 de enero de 2011

TUCSON, VERSIÓN OBAMA


La interminable secuencia de matanzas perpetradas por terroristas suicidas contra otros islámicos se ha convertido en una de las rutinas más frecuentes y menos explicadas en los medios occidentales, como si alcanzara, en cada caso, con cuantificar a los agresores y sus víctimas. En cambio, si la matanza tiene otros protagonistas y ocurre en el mundo occidental, el relato se extiende y los actores son identificados. La tragedia de Tucson, Arizona ha generado sucesivas versiones que, narrándola. incluían retratos y biografías de los participantes. Las inmediatas, marcando la hora y describiendo el escenario, ya identificaban al asesino y a cada una de sus víctimas. Narraban la acción criminal, sus efectos inmediatos, las reacciones de sobrevivientes y testigos. Pero ¿por qué ocurrió esta tragedia, que repite características de otras, también norteamericanas? ¿Cómo comprender la intención y los comportamientos del asesino? ¿Qué impacto tendrá Tucson sobre el futuro de la nación?

Al distinguir esa noticia convirtiéndola en su historia de portada, el semanario Time la presentaba con tres palabras clave muy bien elegidas: “Guns. Speech. Madness”. La tradicional libertad para comprar y portar armas ¿hay que reconocérsela también a un psicópata como Loughner? La agresividad verbal e icónica de Palin, que ya se había concentrado contra la víctima más conocida, la congresista demócrata Gabrielle Gibson, ¿llegó a ser determinante para empujar a Loughner al crimen? ¿Cómo explicar que un joven tranquilo como años atrás era este hijo de una pareja de profesores se haya convertido en un asesino? Después de Tucson y en medio de las tensas relaciones entre los dos grandes partidos ¿hacia dónde va EEUU?

Formidable comunicador, Obama supo montar su propia versión en tres tiempos que conectan el caso concreto con grandes tendencias de la sociedad norteamericana. En Tucson, perfilando ante todo a cada una de las víctimas, ya comenzó a insertar el caso en una fluida combinación de perspectiva histórica y prospectiva. Y en Washington, con la solemnidad requerida por el State of the Nation presentado ante una audiencia donde aparecían mezclados demócratas y republicanos dejando vacío el asiento de la todavía hospitalizada Giffords, Obama situó a Tucson en la introducción de su discurso haciendo menciones muy significativas: Gabrielle Giffords, desde luego, pero también el guardia hispano que le salvó la vida arriesgando perder la suya, y Christina Green, de apenas nueve años pero ya atraída por la política, líder elegida por sus compañeras de colegio, nacida el trágico 11 de setiembre de 2001 y asesinada en Tucson. A partir de Tucson, Obama dio el salto para defender su mensaje primordial: antes que demócratas o republicanos, “somos americanos. (…) Somos parte de la familia americana, ligada como un solo pueblo.” Centrándose entonces, como todos esperaban, en la complicada agenda política y económica, el Presidente culminó su discurso con la ritual, inevitable proclamación de EEUU como “la más grande nación en la tierra”, como “un faro para el resto del mundo”.

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