domingo, 18 de septiembre de 2011

"LEER Y ESCRIBIR EN EL CONTEXTO DE LA HIPERMEDIALIDAD"


Leer y escribir en el contexto de la hipermedialidad

El procesamiento electrónico del texto representa el cambio mas importante en la tecnología de la información desde el desarrollo del libro impreso.

Reflexionar sobre las posibilidades de lectura y escritura que nos brindan actualmente las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) a través de los dispositivos hipermediales dinámicos, invita a formular una serie de interrogaciones que, sin prisa, ofrecen juego al pensamiento.

El concepto de dispositivo, siguiendo a Foucault, hace referencia a un conjunto heterogéneo de elementos que incluye discursos, espacios, reglamentos, propuestas filosóficas y morales, etc. Entonces, el dispositivo resulta la red que se establece entre estos elementos. Si hablamos de lo hipermedial dinámico como dispositivo, no nos referimos solamente a la técnica ni al medio que lo posibilita, sino a un cierto funcionamiento de lo hipermedial como lugar de soporte de los desplazamientos enunciativos.

Retomando la temática de lectura y escritura con soportes digitales tratada en Hipertexto: seis propuestas para este milenio, observamos que en la medida en que el dispositivo se complejiza, incluyendo, por ejemplo, segmentos conversacionales, interactividad a través de computadores conectadas a Internet con páginas donde podemos dejar nuestras huellas (blog, wikis) vinculadas a móviles telefónicos, cámaras directas, pantallas gigantes, etc., se multiplican los sujetos de la enunciación: el “modo interactivo” del dispositivo hipermedial dinámico puede llegar a disolver completamente (construir-destruir) lo que se ha dado como paquete textual. Esto nos aleja sensiblemente de las gramáticas de producción y de reconocimiento propias de los modos más tradicionales de transmisión, como la lectura que podemos realizar a través de un libro y las posteriores escrituras que se puedan suscitar.

La veloz anulación de la distancia entre la gramática de producción y la de reconocimiento de estos nuevos dispositivos lleva a una fusión que se expresa en la síntesis de producción-reconocimiento-producción-y-o-reconocimiento-producción-reconocimiento). Nos encontramos entonces con un proceso modulatorio y en red en el sentido del cambio permanente (por las posibles acciones secuenciales interactivas “en línea” de los sujetos intervinientes) y de la no linealidad de lo hipertextual. Supuesta esta dinámica interactiva, de un texto hipermedial se podrían realizar simultáneamente múltiples escrituras, de lo que resultarían n objetos a la vez posibles de transformar, o desde una obra operar transformaciones en redes colaborativas pero consensuando un provisorio paquete textual. En todos los casos, el “original y su autor” se diluyen y las voces se multiplican.

Blanchot nos dice que “la obra es eminentemente eso de lo cual está hecha, es lo que vuelve visible y presente su naturaleza y su materia, la glorificación de su realidad, del ritmo verbal del poema, del sonido en la música, de la luz hecha color en la pintura, del espacio convertido en piedra en la casa”, a diferencia del objeto usual, donde la materia misma no es objeto de interés.

Hoy nos preguntamos qué lugar ocupa el libro en el contexto de la hipermedialidad. Evidentemente, esta interrogación hace referencia a la alteridad de los soportes. En el acto creativo el material y la obra tienen una relación necesaria, obligatoria: “hermano cuerpo eres fugaz / coyuntural efímero instantáneo / tras un jadeo acabarás inmóvil / y yo que normalmente soy la vida / me quedaré abrazada a tus huesitos / incapaz de ser alma sin tus vísceras”. La obra se inscribe en su propio dispositivo haciendo aparecer lo que desaparece en el objeto. Las obras literarias en los tiempos de la imprenta han glorificado al libro como la estatua glorifica al mármol, de allí su permanencia, su continuidad, el reconocimiento hacia la voz de su autor. El libro resurge glorioso en el deseo de tenerlo en nuestras manos, acariciar sus páginas, degustar su modo de transmisión. La manifestación plena de su materialidad nos brinda la distancia que necesita la representación pero conservando la proximidad del tacto: su presencia-cuerpo.

En el caso de los dispositivos hipermediales dinámicos, estamos inmersos en la composición de una infinita obra: glorificación de lo intangible, presencia de la no-materialidad del continuo devenir, inmersión seductora en un infinito como absolutamente otro.

Finalmente, sabiendo que sólo pensamos en la medida que no logremos comprender, nos alejamos de las confrontaciones estériles entre “defensores” de algún dispositivo en detrimento de otro y, dando lugar al deseo de hacer obra, quizás necesitemos recordar que “el dominio del escritor no reside en la mano que escribe –esa mano “enferma” que nunca deja el lápiz, que no puede dejarlo, porque lo que tiene, en realidad, no lo tiene (...). El dominio siempre es de la otra mano, de la que no escribe, capaz de intervenir en el momento necesario, de tomar el lápiz y apartarlo. El dominio consiste, entonces, en el poder de dejar de escribir, de interrumpir lo que se escribe, entregando sus derechos y su decisión al instante.


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