lunes, 5 de septiembre de 2011

SESENTA EN PARÍS SE OCUPAN DE LIBIA, A INSTANCIAS DE SARKO


La OTAN seguirá actuando "todo el tiempo que sea necesario" en Libia. Pero el protagonista de la Conferencia de París, el 1 de setiembre, no fue su secretario general sino el Presidente de Francia y el Primer Ministro del Reino Unido, los dos más involucrados por las operaciones aéreas. Extraña pareja, la del agitado Sarko y el pobre Cameron, que pasa de un problema a otro en su tierra sin resolver ninguno. Los dos se acogen al discreto segundo plano en el que Obama mantiene en Libia a la hiperpotencia, bajo la sombra del doble fracaso de Irak y Afganistán con su escandalosa secuencia de muertos norteamericanos, europeos y de uno y otro país.

La Conferencia decidió levantar la congelación de los fondos de Gadafi en favor de las nuevas "autoridades" que no redondean la victoria militar y no cuentan con un elenco de dirigentes políticos lo suficientemente experimentados y unidos. Los bombardeos seguirán mientras el déspota siga sin entregarse y se mantenga vivo; ilocalizable ahora, Gadafi sigue siendo "la amenaza".

Los rebeldes rechazan el despliegue de cascos azules de la ONU en Libia.

Al iniciarse la cumbre de París, Rusia reconoce a los rebeldes libios. Sarko reúne a delegaciones de 60 países para diseñar la reconstrucción polítia y económica de Libia y expresar el respaldo de todos a los rebeldes. El oculto Gadafi pide asilo mientras tanto a Buteflika en Argelia pero no lo consigue.

Empieza en Libia la caza de los negros, acusados indiscriminadamente de gadafistas mercenarios
cuando muchos no lo son y fueron importados como mano de obra barata. "Libia es para los blancos", dicen no pocos libios de uno y otro bando.

Al término de la cumbre de París, cinco personajes anuncian el respaldo a la "nueva Libia" que aún no ha sabido ganarse la victoria. Forman el quinteto Sarko y Cameron, convocantes; el impálvido secretario general de la ONU Ban K. Mun; el presidente del CNT Yalil y, para mi asombro, el emir de Qatar, Al Zani, considerado por las cúpulas europeas como el engarce del mundo árabe con la coalición y, sobre todo, aliado clave de Francia en la zona, con sus mansiones en París y sus grandes intereses en el exágono y un hijo impuesto como nuevo presidente del PSG con un 70% del capital del club y -como en el Barça- el nombre de Qatar en la camiseta. Francia y Reino Unido se aseguran así el prestigioso petróleo y abundantes recursos económicos de la da Libia, ya satelizada en los largos años de Gadafi.

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